Sunday, April 8, 2018

El río Rocha en la novela Juan de la Rosa


CARLOS CRESPO

El río Rocha es parte de la bioregión del valle de Cochabamba, entendiendo bioregión como el terreno geográfico y un terreno de la conciencia –a un lugar y las ideas que se han desarrollado acerca de cómo vivir en aquel lugar-. El Rocha está conectado a la historia socioambiental del valle. Una de las fuentes de esta historia se halla en la literatura regional, aquella que hace referencia o está ambientada en el valle de Cochabamba, particularmente la ciudad.  Un ejemplo es la clásica novela de Nataniel Aguirre, “Juan de la Rosa”, ambientada a principios del S XIX.

En la novela “Juan de la Rosa”, el río Rocha aparece en diversos momentos de la trama, como paisaje de fondo donde transcurren pasiones, hechos, pero también como actor de la historia. Al mismo tiempo, desde la novela, podemos visualizar el paisaje del río, sus usos e interacciones hombre-naturaleza, a principios del S XIX. Veamos.

El río Rocha, al no estar canalizado formaba verdaderas barrancas; la mamá de Juanito, el protagonista, gustaba pasear diariamente por “las barrancas del Rocha fronterizas a Calacala” (pp. 21) evidenciando además que el Rocha en esa época era un espacio lúdico y de recreación general. De hecho, el río ha sido el lugar ideal de diversión infantil, no solo por el agua, sino el disfrute de los dones productivos en las chacras vecinas: Juanito recuerda que luego de la catástrofe de la colina de San Sebastián, se entregó a la “vagancia, al robo de frutas maduras e incitantes en los huertos y jardines de las orillas del Rocha” (pp. 170-171). Durante otro día de vagancia, Juanito recuerda, junto a su amigo Luis: “trasportamos de la orilla del Rocha hasta el centro de la plaza de San Sebastián una hermosa jarca de tres varas de alto, y la plantamos allí, prometiéndonos regarla todos los días.” (pp. 172). Seguramente este es uno de los primeros actos de conservación forestal, narrados literariamente, en la historia del valle, pero también destacar que la jarca era una especie arbórea del valle presente en el río, hoy prácticamente inexistente.

El río Rocha ha sido un indicador bioclimático; desde noviembre a abril se ponía lleno, vibrante y festivo, mientras que en septiembre y octubre, el sol sediento, en el lenguaje poético de Aguirre, se bebía, como hoy, “toda el agua del Rocha y de las lagunas”. (pp. 170)

A principios del S. XIX, el río Rocha dividía radicalmente la ciudad con la posteriormente llamada “campiña” de Cala Cala. Durante la batalla de Amiraya, Juanito se halla apostado en una loma/cerro, desde donde puede contemplar el valle, y

“la reina de aquellos valles, la ciudad de Oropesa de Cochabamba…. Al frente de la ciudad, separado de ella por el lecho del Rocha,… se extendía, en fin, hasta cerca del pie de la cordillera, adelantándose hasta el mismo por la quebrada de Taquiña, el frondoso vergel de Calacala, sobre cuyos bosques de eterna verdura se levantaban dos o tres grandísimas copas de diez veces centenarios ceibos.” (pp. 105).

En el texto, Aguirre admira y se apasiona con el paisaje valluno, y exclama “-¡Oh!, ¡qué hermoso!”. Está señalado este rol de borde que cumple el río Rocha en la imagen de la ciudad de Cochabamba, reproducido hasta hoy –con sus particularismos-, además que visualiza la relación del ecosistema acuático con el vergel calacaleño, donde “quebradas”, o “cuencas” en el lenguaje de hoy, como Taquiña, están conectadas. Esta función de borde se observa también en el momento en que, luego de la derrota de Amiraya, Juanito debe restablecer sus heridas en la casa de un indio, quien luego de dos días le conduce “hasta la barranca del Rocha en su borrico”, desde allá continúa camino al convento de San Agustín (Hoy Teatro Achá), donde vivía Fray Justo, su apoderado (pp. 125). Asimismo, luego de la derrota de la colina de Sebastián el gobernador Antezana se refugia “en el convento de la Recoleta, situado fuera de la ciudad, a la otra orilla del Rocha” (pp. 247). La Recoleta era un entorno rural, vinculado con el río, otra vez, como un borde.

El entorno rural del río en la narración, también fue testigo de la conspiración patriota: “En medio de un campo de cebada no acabado de visitar por la hoz”, durante uno de los paseos diarios con su madre “por las barrancas del Rocha”, ven

“a caballeros respetables como don Francisco del Rivero, don Bartolomé Guzmán, don Juan Bautista Oquendo y otros cuyos nombres solo supe después, jugando al parecer al escondite; pues tendidos los unos en el suelo y puestos otros en cuclillas, para acechar estos no sé a quién, se hacían señas de guardar silencio unas veces y se reían otras, tapándose al punto la boca con las manos. “ Fue Fray Justo, su amigo y protector, quien se hallaba también en la reunión, que les ruega “—No digáis a nadie que nos habéis visto y alejaos al momento”(pp. 21).

Durante la batalla de Amiraya, el niño narra cómo, para enfrentar a Goyeneche y sus ocho mil hombres, “todo el ejército de Cochabamba se encontró reunido en el llano de Sipesipe, cerca del río Amiraya, que es el mismo Rocha engrosado por el Sulti, el Anocaraire, el Viloma y todos los torrentes del valle, antes de abrirse paso por la quebrada de Putina.” (pp. 112).  Para el asalto a la colina de San Sebastián las tropas de Goyeneche (“más de 5 mil hombres de las tres armas”) formaron en batalla, “apoyando su derecha en el Ticti y su izquierda en las barrancas del Rocha, para adelantarse a paso de carga, de modo que las alas fuesen describiendo un semicírculo y se uniesen al fin al otro extremo de la colina de San Sebastián, encerrándola en un círculo de fuego y de acero, que se estrecharía destruyendo sin piedad a los patriotas.” (pp. 218). Fueron crueles derrotas, de las que el río Rocha fue testigo. La venganza de Goyeneche es retratada por Aguirre, y el río otra vez aparece en la tragedia independentista valluna: Juanito va corriendo por la “calle de Santo Domingo abajo (hoy calle Gral. Achá), “y no me detuve más que al llegar al fin de ella, cerca a la barranca del Rocha, no por mi gusto, sino porque vi, también, clavada allí otra cabeza, la del patriota Agustín Azcui, sin duda.” (pp. 273).

A manera de cierre, el río Rocha es actor, contexto y paisaje en la narración de Nataniel Aguirre,  muestra al Río Rocha en ese periodo (inicios S XIX), su estado, paisaje, flora, fauna, usos, en fin, su relación con la ciudad, con la bioregión valluna. El Rocha, como la mirada de Juanito ilustra, ha estado integrado al paisaje urbano, a la vida de la ciudad, sus playas integraban a la ciudad y el río; las cuencas de la cordillera alimentaban su cauce, y sus aguas regaban los huertos y sembradíos cercanos; pero también ha sido un espacio lúdico, de travesuras (como robar de los cultivos cercanos) y de paseo, natación. Un referente espacial de la población, un espacio de encuentro, pues ricos y pobres, criollos, cholos, indígenas accedían, utilizaban y disfrutaban los servicios ambientales del ecosistema acuático; en términos de Kevin Lynch, el rio constituía un hito de la ciudad. Pero, al mismo tiempo, desde la fundación de la ciudad de Cochabamba, el Rocha ha operado como un borde, un muro imaginario que separa la ciudad del entorno o paisaje rural, como la campiña calacaleña al norte o los sembradíos de La Chimba, al sur oeste. El ejemplo de la novela “Juan de la Rosa”,  por tanto nos muestra que desde la literatura de y sobre Cochabamba, es posible (re)construir la historia socioambiental del río Rocha, la cuenta larga de la relación de este ecosistema acuático con la población local, en diversos momentos.

Finalmente, para Nataniel Aguirre, el río Rocha, como testigo de tragedias como Amiraya o San Sebastián, durante la guerra de la independencia, es parte de la construcción histórica de lo que se conoce como Bolivia.


Bibliografía 
Aguirre, Nataniel (2005/1885) Juan de la Rosa. Memorias del último soldado de la Independencia. CaracasFundación Biblioteca Ayacucho, 292 pp.

* Responsable del Centro de Estudios Superiores Universitarios – Responsable Medio Ambiente CESU-UMSS

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De INMEDIACIONES, 06/04/2018


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